Y no estoy en contra de los que dan segundas oportunidades, ni de los que las buscan. De hecho, hay ocasiones en que se presentan solas y sería muy tonto no aprovecharlas.
No sé cómo explicar esto. Sé que la gente puede cambiar, que hay quién sí aprende de errores pasados y se "enmienda". Aún ahora mi propia familia se sorprende por lo bien que me llevo con Mr D. Antes era una reverenda hija de mi santa madre, egoísta, caprichosa, voluntariosa y mala onda. Lo sé, y nunca lo he negado. Pero esa fue una etapa que duró lo mismo que mi adolescencia (bueno, está bien, tal vez unos pocos años más). Algunos a este proceso le dicen "madurar". No lo sé. Tal vez sea eso o tal vez que me dí cuenta que no tiene caso estar enojada con la vida y decidí bajarle dos rayitas a la mamonería.
Mi Madre Chula también es otro ejemplo. Antes, era una mujer atravancada, explosiva y enojona. No le podías decir nada porque te mandaba directo al diablo. Así, sin más y de puntitas. Pero a raíz de que estuvo malísima en el hospital y a punto de ir a saludar en persona a San Pedro, pues como que también le cayó el veinte de que la vida es muy cortita como para desperdiciarla haciendo corajes. Así que a partir de ahí se volvió super tolerante, más comprensiva y más abierta. Ya no se encabrona tan fácil ni toma tan a pecho cuando alguien le hace un desdén. Es feliz con lo que tiene y no se anda preocupando por lo que le hace falta.
Luego, El Picudo era otro que tenía un genio de los mil demonios, que no aceptaba críticas de ningún tipo y de los que ahídeti si les llevabas la contraria. Había que obedecerlo al instante, rapidito y de buena gana si uno no quería romperse los tímpanos soportando gritos de al menos media hora. Cuándo cambió? No lo sé exactamente. Sólo sé que un día empezó a llamar en nuestros cumpleaños, en las navidades, y hasta en los cumples de mi mamá. Ya no reclamaba molesto que porqué no lo habíamos ido a visitar, sino preguntaba con real interés la fecha de nuestras próximas vacaciones y nuestras intenciones de viaje.
Sin embargo, no todas las segundas oportunidades son aprovechadas... según yo. Y a pesar de tener ejemplos tan a la mano, sigo desconfiando de algunas de ellas.
Los detalles se los cuento la próxima vez.
No sé cómo explicar esto. Sé que la gente puede cambiar, que hay quién sí aprende de errores pasados y se "enmienda". Aún ahora mi propia familia se sorprende por lo bien que me llevo con Mr D. Antes era una reverenda hija de mi santa madre, egoísta, caprichosa, voluntariosa y mala onda. Lo sé, y nunca lo he negado. Pero esa fue una etapa que duró lo mismo que mi adolescencia (bueno, está bien, tal vez unos pocos años más). Algunos a este proceso le dicen "madurar". No lo sé. Tal vez sea eso o tal vez que me dí cuenta que no tiene caso estar enojada con la vida y decidí bajarle dos rayitas a la mamonería.
Mi Madre Chula también es otro ejemplo. Antes, era una mujer atravancada, explosiva y enojona. No le podías decir nada porque te mandaba directo al diablo. Así, sin más y de puntitas. Pero a raíz de que estuvo malísima en el hospital y a punto de ir a saludar en persona a San Pedro, pues como que también le cayó el veinte de que la vida es muy cortita como para desperdiciarla haciendo corajes. Así que a partir de ahí se volvió super tolerante, más comprensiva y más abierta. Ya no se encabrona tan fácil ni toma tan a pecho cuando alguien le hace un desdén. Es feliz con lo que tiene y no se anda preocupando por lo que le hace falta.
Luego, El Picudo era otro que tenía un genio de los mil demonios, que no aceptaba críticas de ningún tipo y de los que ahídeti si les llevabas la contraria. Había que obedecerlo al instante, rapidito y de buena gana si uno no quería romperse los tímpanos soportando gritos de al menos media hora. Cuándo cambió? No lo sé exactamente. Sólo sé que un día empezó a llamar en nuestros cumpleaños, en las navidades, y hasta en los cumples de mi mamá. Ya no reclamaba molesto que porqué no lo habíamos ido a visitar, sino preguntaba con real interés la fecha de nuestras próximas vacaciones y nuestras intenciones de viaje.
Sin embargo, no todas las segundas oportunidades son aprovechadas... según yo. Y a pesar de tener ejemplos tan a la mano, sigo desconfiando de algunas de ellas.
Los detalles se los cuento la próxima vez.
1 comentario:
Hijoles, que fuerte es eso, de verdad que se necesita un verdadero madrasísimo para cambiar de verdad, aunque a veces nos gusta tentar a la suerte a ver hasta cuando nos dejan de dar oportunidades y nos arrepintamos, ay, ya me dio miedo...
Publicar un comentario