Llegué yo muy feliz ese lunes a trabajar. Todas mis compañeritas sabían la historia y en cuanto el conmutador, los clientes y las jefas se los permitían, me llenaban de preguntas y yo nomás me hacía bolas. "Pero te gustó?" me preguntó una. El problema era que yo no sabía si me gustaba. Me sentía a gusto, me divertía, me encantaba platicar con él pero hasta ahí.
Yo nunca he sido de amor a primera vista. Eso para mí es inexistente, absurdo nomás de imaginarlo. Yo no concibo el amor sólo con los ojos, a mí me enamoran primero el oído, luego el cerebro, luego el cuerpo y al final el alma. Si no me gusta como me habla, o si de cada tres frases dos son pendejadas ahí quedó el gusto. Luego, si su cuerpo no me invita, no se me antoja (en alguito aunque sea) y no me seduce, se pudrió todo. Y al final, si lo anterior sale bien y lo mantiene -ah! porque lo difícil no es llegar sino mantenerse- pueque... pueque tenga chance de colarse en el Top Five.
Pero para enamorame necesitaba yo tiempo. Tiempo! Lo que yo no tenía de sobra, lo que más me hacía falta. Y según yo, no íbamos a tener más que unos cuantos días para compartir. Además, yo no percibía nada de allá para acá. Sí, era lindo, atento, simpático... tengo muchos amigos lindos, atentos y simpáticos, me explico?
Total que en eso estaba cuando me dijeron que tenía una llamada, y era él. Los señores de la aerolínea en Washington decían que su equipaje tampoco llegaría ese día pero que seguro sí mañana. Ajá. El pobre llevaba ya tres días con la misma ropa por lo que iría a comprarse un par de cositas básicas. Me preguntó que si podíamos ir a cenar algo cuando yo saliera de la oficina y le dije que sí.
Salí tan pronto mis clientes, mis deberes y mis jefas me lo permitieron (en ese orden) y tomé el transporte más rápido que podía encontrar cerca: el bendito metro. Los que se utilizan la línea 3 a las 6 de la tarde saben lo que se vive ahí. Un caos de gente, calor, sudor, paradas de hasta 10 minutos por estación, más calor, más gente, empujones, etc. Una hora después llegué a mi destino y ahí estaba él, esperándome en la puerta de su "casa" fumándose un cigarro. "Dónde está Devil Yvy?" pregunté, y él me contestó que ella estaba muy cansada y que prefería quedarse.
Lo más cercano era un Sangrons. La zona donde estábamos no se caracteriza por ser turística. No hay barecitos lindos como en la Condechi, ni grandes centros comerciales, ni nada interesante. Sólo cines, pero en el cine no se puede hablar y no iba a desperdiciar ese par de horas entre una multitud y sin cruzar palabra. Así que elegimos una mesita, yo moría de hambre y él no. Pedí un caldo tlalpeño y él unos tacos dorados con guacamole. Lo primero que exclamó cuando la mesera le trajo su platillo fue "es esto sólo para una persona? cómo pueden comer tanto!". Este muchachito tenía mucho por aprender.
Yo nunca he sido de amor a primera vista. Eso para mí es inexistente, absurdo nomás de imaginarlo. Yo no concibo el amor sólo con los ojos, a mí me enamoran primero el oído, luego el cerebro, luego el cuerpo y al final el alma. Si no me gusta como me habla, o si de cada tres frases dos son pendejadas ahí quedó el gusto. Luego, si su cuerpo no me invita, no se me antoja (en alguito aunque sea) y no me seduce, se pudrió todo. Y al final, si lo anterior sale bien y lo mantiene -ah! porque lo difícil no es llegar sino mantenerse- pueque... pueque tenga chance de colarse en el Top Five.
Pero para enamorame necesitaba yo tiempo. Tiempo! Lo que yo no tenía de sobra, lo que más me hacía falta. Y según yo, no íbamos a tener más que unos cuantos días para compartir. Además, yo no percibía nada de allá para acá. Sí, era lindo, atento, simpático... tengo muchos amigos lindos, atentos y simpáticos, me explico?
Total que en eso estaba cuando me dijeron que tenía una llamada, y era él. Los señores de la aerolínea en Washington decían que su equipaje tampoco llegaría ese día pero que seguro sí mañana. Ajá. El pobre llevaba ya tres días con la misma ropa por lo que iría a comprarse un par de cositas básicas. Me preguntó que si podíamos ir a cenar algo cuando yo saliera de la oficina y le dije que sí.
Salí tan pronto mis clientes, mis deberes y mis jefas me lo permitieron (en ese orden) y tomé el transporte más rápido que podía encontrar cerca: el bendito metro. Los que se utilizan la línea 3 a las 6 de la tarde saben lo que se vive ahí. Un caos de gente, calor, sudor, paradas de hasta 10 minutos por estación, más calor, más gente, empujones, etc. Una hora después llegué a mi destino y ahí estaba él, esperándome en la puerta de su "casa" fumándose un cigarro. "Dónde está Devil Yvy?" pregunté, y él me contestó que ella estaba muy cansada y que prefería quedarse.
Lo más cercano era un Sangrons. La zona donde estábamos no se caracteriza por ser turística. No hay barecitos lindos como en la Condechi, ni grandes centros comerciales, ni nada interesante. Sólo cines, pero en el cine no se puede hablar y no iba a desperdiciar ese par de horas entre una multitud y sin cruzar palabra. Así que elegimos una mesita, yo moría de hambre y él no. Pedí un caldo tlalpeño y él unos tacos dorados con guacamole. Lo primero que exclamó cuando la mesera le trajo su platillo fue "es esto sólo para una persona? cómo pueden comer tanto!". Este muchachito tenía mucho por aprender.
3 comentarios:
mmmm que pena q la Devil estaba cansada, a aprovechar!!...
Tu hablandome de guacamole y acabo de escribir un post sobre comidaaa... extrano mi Mexico por sus delicias!!
Bien dice que 'por algo pasan las cosas'...esa maleta la tenia escondida Diosito en algun lado jeje
M...tacos dorados...(baba)
Que conveniente y al mismo tiempo inconveniente que se haya perdido la maleta, yo sé que se siente y es horripilantoso.
coincido con Kena Siu ...
Diosito tenia la maleta escondida en algun lado jejejej
y lueeeeeeego??
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