Hace unos años que no veo a la más querida de mis amigas, mi entrañable Gordiú. No recuerdo quién le puso el sobrenombre pero pues a mí me gustaba y a ella no le molestaba. Durante unos años yo fui "flakichi" y ella "gordiú". Ella es como mi hermana aunque por jugarretas del destino dejamos de vernos, y no hay para cuándo. De todas maneras yo te extraño y te amo igual que siempre, Gordiú!!
Recuerdo que vivíamos en la misma calle y ella se la pasaba en mi casa y le decía tía a mi mamá, tío a mi tío y me presentaba como su prima. Íbamos en diferentes universidades y ambas, como la mayoría de los estudiantes, siempre andábamos cortísimas de lana. Las dos teníamos broncas para pagar las colegiaturas que aunque no eran nada caras, para nosotras representaban cantidades considerables. Como estaba cañón encontrar un empleo de medio tiempo decidimos empezar nuestro propio negocio. El pedo era que no teníamos ni puta idea de qué.
Un buen día se me prendió el foco, aunque más bien creo que un angelito se sentó en mi hombro -sí, como en las caricaturas- y me dio la solución: venderíamos gelatinas. Eran fáciles de hacer, no necesitábamos invertir mucho y prácticamente se vendían solas. O a quién no le gustan las gelatinas? Bueno, conozco a muchos que las odian pero pues en eso no pensamos. Entonces un buen día pusimos manos a la obra.
Gordiú era sumamente popular en la colonia, saludaba a medio mundo por la calle por lo que yo confiaba en que no faltarían los clientes. Yo no conocía a nadie pero pues con ella me sentía segura. Preparamos gelatinas de mosaico en moldes de plástico, individuales y de buen tamaño, buen sabor y a buen precio. Con el permiso de mi SS Abuela, agarramos dos de sus charolas, pusimos "el producto", lo cubrimos con plástico autoadherible y salimos a la calle. por ahí de las 7 de la noche. Quién diablos vende gelatinas a esas horas? Pues nosotras lo hicimos. Me daba mucha pena pero más pena da robar y que te cachen, así que hice de tripas corazón y ahí nos fuimos. Tocamos casa por casa, vendimos todo y así seguimos durante meses. Cabe mencionar que fuimos harto exitosas.
Aprovechábamos los fines de semana para vender a los locatarios de Mi Mercado San Joaquín (por cierto, saludos a la peral, la guerrero y anexas!!) y sacábamos lo suficiente para completar las colegiaturas y darnos uno que otro lujito como irnos de shopping (obvio, siempre en rebajas) a Zara. Bien orgullosotas que nos sentíamos de ser "independientes". El gusto duró menos de lo que esperábamos porque ella empezó a andar con un mejor-ni-acordarme-del-infeliz que nos apestó el negocio porque se encelaba de que "saliera a vender" y él prefería comprarle la producción, cosa que a mí me chocaba.
Tuvimos broncas porque su galán pensaba que yo era una mala influencia. Quién sabe por qué. El caso es que nos arruinaron el negocio de nuestras vidas, qué tal que ahorita yo fuera la competencia de las gelatinas Dany de Danone o los flanes Art. Ahí pa' lotra.
Recuerdo que vivíamos en la misma calle y ella se la pasaba en mi casa y le decía tía a mi mamá, tío a mi tío y me presentaba como su prima. Íbamos en diferentes universidades y ambas, como la mayoría de los estudiantes, siempre andábamos cortísimas de lana. Las dos teníamos broncas para pagar las colegiaturas que aunque no eran nada caras, para nosotras representaban cantidades considerables. Como estaba cañón encontrar un empleo de medio tiempo decidimos empezar nuestro propio negocio. El pedo era que no teníamos ni puta idea de qué.
Un buen día se me prendió el foco, aunque más bien creo que un angelito se sentó en mi hombro -sí, como en las caricaturas- y me dio la solución: venderíamos gelatinas. Eran fáciles de hacer, no necesitábamos invertir mucho y prácticamente se vendían solas. O a quién no le gustan las gelatinas? Bueno, conozco a muchos que las odian pero pues en eso no pensamos. Entonces un buen día pusimos manos a la obra.
Gordiú era sumamente popular en la colonia, saludaba a medio mundo por la calle por lo que yo confiaba en que no faltarían los clientes. Yo no conocía a nadie pero pues con ella me sentía segura. Preparamos gelatinas de mosaico en moldes de plástico, individuales y de buen tamaño, buen sabor y a buen precio. Con el permiso de mi SS Abuela, agarramos dos de sus charolas, pusimos "el producto", lo cubrimos con plástico autoadherible y salimos a la calle. por ahí de las 7 de la noche. Quién diablos vende gelatinas a esas horas? Pues nosotras lo hicimos. Me daba mucha pena pero más pena da robar y que te cachen, así que hice de tripas corazón y ahí nos fuimos. Tocamos casa por casa, vendimos todo y así seguimos durante meses. Cabe mencionar que fuimos harto exitosas.
Aprovechábamos los fines de semana para vender a los locatarios de Mi Mercado San Joaquín (por cierto, saludos a la peral, la guerrero y anexas!!) y sacábamos lo suficiente para completar las colegiaturas y darnos uno que otro lujito como irnos de shopping (obvio, siempre en rebajas) a Zara. Bien orgullosotas que nos sentíamos de ser "independientes". El gusto duró menos de lo que esperábamos porque ella empezó a andar con un mejor-ni-acordarme-del-infeliz que nos apestó el negocio porque se encelaba de que "saliera a vender" y él prefería comprarle la producción, cosa que a mí me chocaba.
Tuvimos broncas porque su galán pensaba que yo era una mala influencia. Quién sabe por qué. El caso es que nos arruinaron el negocio de nuestras vidas, qué tal que ahorita yo fuera la competencia de las gelatinas Dany de Danone o los flanes Art. Ahí pa' lotra.
2 comentarios:
Que genial historia, excepto donde el "Infeliz" aparece ¬¬
M... gelatina, me gustan las de leche.
Espero que vuelvas a ver a tu amiga y sea como en aquellos tiempos de estudihambres.
Besos.
gracias! tengo más historias con ella pero no son tan divertidas... ya las escribiré poco a poco ;)
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