miércoles, 3 de septiembre de 2008

de lo que es un pinche país de mierda (vol 1 )

Sí, todos nos quejamos del país en el que nos tocó vivir. El bendito México, el México Mágico, el País de las Maravillas (sí, como el de Alicia) donde pasan cosas absurdas, ilógicas, impensables. Ese país al que tanto amo y al que tanto extraño a pesar de la inseguridad, del narco, del desempleo, del tráfico del D.F., del pinche metro que siempre va hasta la madre, de los pinches microbuseros que manejan a ciegas (ok! no todos), de la contaminación, del 'ahí-se-va', del valemadrismo, de la negligencia, de la irresponsabilidad y la naquez de sus habitantes.

Sip, ni pedo, lo extraño. Lo quiero. Es mi patria. Es donde aprendí todo lo que soy, mis seres queridos están ahí, mis experiencias de vida, mis conocimientos, mis alegrías, mis malos ratos, mis berrinches, mis calenturas, mis tristezas, mis más entrañables momentos los he vivido ahí. Y por eso me duele haber atravezado por momentos tan culeros como un secuestro express o como un asalto con violencia en mi ciudad, en mi país! En fin, yo sé que esto sucede la mayoría de las veces en el defectuoso, que no todo México es igual, que los pinches chilangos (como nos llaman en el resto de la república) somos una especie aparte (según el resto de la república). Evitaré llamarle 'provincia' para no ofender a nadie. Aunque yo no le veo nada de malo, yo quiero ser provinciana, pero eso es otro post.

En este país de mierda tan querido donde [entre mil cosas más] si no tienes empleo no tienes acceso a la seguridad social, donde si no tienes empleo eres un ser desprotegido con futuro incierto. Donde, desgraciadamente, hay MILLONES sin empleo, y los que lo tienen a veces no cuentan con seguro médico porque prefieren su sueldo íntegro a tener que deshacerse de una parte que va a los impuestos. Donde muchos patrones buscan maneras de pagarle menos al estado, y el único jodido sigue siendo el trabajador. Ese trabajador mexicano que prefiere el dinero hoy a tener atención médica mañana porque al fin que "ni lo voy a usar y nomás voy a estar pagando". Claro, como si uno decidiera enfermarse o tener un accidente. Donde "esas cosas no me van a pasar a mí", obvio, uno es pariente de Superman y totalmente inmune a virus y metidas de pata. Donde "no hay que pensar en eso", "ya veré cuando suceda", "siempre he sido bien sano" son las frases que nos caracterizan cuando planeamos nuestro estado de salud. Claro, eso se puede planear, igual que todo lo demás que planeamos y nunca llevamos a cabo. Igualito.

Total que llega un día, que todo falla. Nos quedamos sin chamba, y por lo tanto, sin seguro médico, y no nos enfermamos nosotros sino alguien que depende de nosotros. Verdad que no es igual? Y entonces viene el "chingao, porqué no la dí de alta cuando tenía chamba?", "cómo me fue a pasar esto a mí y justo ahorita?", casi casi un "te hubieras enfermado antes". Ven? Resulta que la desgracia nos agarra con una mano delante y otra atrás. Sin seguro, sin empleo, sin lana ahorrada. Ok. Bueno, ya. Alguna manera debe de haber. Vamos a buscar opciones. El seguro popular!!! Sí, vayamos a preguntar al seguro popular!!! Y resulta que tampoco calificamos porque para empezar no contamos con los documentos mínimos para afiliarnos. No tenemos ni siquiera copia de nuestra acta de nacimiento, y mucho menos, la credencial del IFE actualizada. Así cómo? "Pus pa'qué si ni las uso. Si nomás estoy en mi casa, pa qué quiero mi acta? Y actualizar la IFE? nomás voy a perder mi tiempo, ni sirve para nada".

Ay, benditos mexicanos somos. Incapaces de hacernos responsables de nosotros mismos, de nuestra propia documentación, de nuestra identidad. Pero entonces quién será responsable? El gobierno? El vecino? El patrón? El del IFE? El Seguro Social?

Y esto aplica para la licencia de manejo que traemos vencida desde el 2000, hasta que nos agarra un poli y recurrimos a la mordida; el recibo de luz que nos llega más caro y lo arreglamos con un diablito; para cuando nos da hueva cerrar la puerta del condominio y total que la cierra el vecino; para cuando olvidamos separar la basura, pero en fin que nadie lo hace; para cuando se nos cae una lata vacía de refresco en la calle pero si la recogemos el señor que barre se queda sin chamba; cuando es bien fácil tirar la colilla del cigarro en la banqueta como si éstas fueran biodegradables; cuando tenemos sexo sin protección porque cómo vas a comerte una Tutsi con envoltura; cuando nos graduamos de la Universidad (o prepa) de Santo Domingo; cuando se nos pasan las copas pero nos las bajamos con una línea para poder manejar. Pero nos quejamos de corrupción, de tráfico de influencias, de contaminación, de inseguridad, de pobreza, de desempleo, de legisladores que sólo hacen horas nalga en la oficina o en el Senado, de impunidad, del narco.
Entonces ya no cuadra pero el problema es que no somos congruentes. Somos bravucones, habladores, irresponsables y negligentes, y... nos encanta quejarnos.
Ahora me pregunto yo: cómo le vamos a hacer?

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