lunes, 7 de julio de 2008

de cómo han sido mis días...




Todos hemos tenidos días malos. El mío comenzó a las 5 am. Nunca me levanto tan temprano, pero ese día no me costó trabajo dejar la cama. Estaba bien despierta y nerviosa. Pensé en bañarme pero no tenía ánimos de nada. Mr. D se alistó y salimos en punto de las 6 al hospital. La cita era a las 7 pero llegamos casi media hora antes. Dicen que al mal paso darle prisa y eso precisamente hicimos. El check in sin contratiempos alrededor de las 7:10. Presión normal y temperatura también. Las enfermeras hacían un esfuerzo para hablarme en inglés aunque lo hacían bien. Creo que más bien era sólo la falta de costumbre. En el mismo cuarto estaba una señora a la que preferí no preguntar qué padecía. Se veía bastante acostumbrada al hospital y a sus ruidos. Me dijeron que teníamos que esperar, que mi doctora vendría pronto. Eso sucedió a las 10. Me preguntó que como me sentia. Nerviosa, dije yo, y triste. Contestó que tenía que ponerme unas pastillas para ir "preparando" la cirugía. Enseguida empecé a sentir su efecto. Cólicos. Y entonces me di cuenta que era de a deveras, que era inminente. Cuando llegamos le pregunté a Mr. D si había alguna posibilidad de error. Tal vez la doctora se equivocó, tal vez nos equivocamos nosotros con las cuentas. Con una mirada compasiva me tomó de los hombros y me dijo "No, no hay ningún error". Me besó en la frente, y mis lágrimas empezaron a rodar en mis mejillas.
No puedo describir la soledad en la que me sentía. Él estaba ahí, tomando mi mano, pero mi corazón se sentía tan abandonado, tan sólo, tan oscuro y triste... tan vacío. Mi suegra que llegó desde las nueve, nos hacía compañía. A las doce entré al quirófano, y recobré la conciencia a las tres. Sólo pensaba en superar rápidamente el efecto de la anestesia y volver a ver el rostro de mi marido. Mi amado esposo que me ha hecho fuerte en estos días tan raros, en los que no me encuentro a mí misma.
Me dieron de alta pasadas las 5 pm, y sólo tenía ganas de llegar a casa a sentarme de frente al balcón, en una mecedora, contemplando la calle y la gente que pasa, como una anciana recordando tiempos mejores. Casi no recuerdo el camino de regreso, o tal vez prefiero no recordarlo. Me he recuperado físicamente casi de inmediato, pero sigo sientiendo esa sombra detrás mío. Ese algo que no acabo de superar, ese duelo, esa pérdida. Esas ilusiones que no pasaron de eso. Ayer vi los zapatitos y me puse a llorar de nuevo. Mr. D no se dio cuenta.
Hoy es mi primer día sola y no quiero llorar de nuevo. Quiero asumir una actitud positiva, quiero seguir siendo yo, la misma de antes, la alegre, la que no se da por vencida, la que no pierde la fe, pero no soy yo. No aún.
Dicen que el tiempo lo cura todo, y quiero pensar que así es. Que de verdad, Dios tiene mejores planes para mí, y para mi marido. Quiero seguir agradecida por lo que tengo, y no pensar en lo que me hace falta. No quiero ser infeliz, pero sigo triste. Tal vez, un día el recuerdo ya no me afecte, ya no me duela, ya no me haga llorar.

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