Cuando era niña sobraron las ocasiones en que mi SS (sacrosanta y sabia) abuela me decía la mejor manera para cocinar tal o cual cosa. La veía dando vueltas en la cocina, sacando cosas del refri, pelando papas, agregando sal, buscando hierbas para sazonar, "bajándole a la lumbre", mezclando ajo, cebolla y especias en el molcajete. Yo mientras tanto, arrasaba las galletas de la alacena.
Cabe mencionar que la extraño horrores. Y recuerdo claramente, ya que yo era una adolescente, que decía que debía aprender a cocinar. Que qué iba a comer entonces mi marido cuando yo me casara (así es, ella siempre tuvo la esperanza). Yo le decía que el que me quisiera debería comprender que yo era "niña bien" y que OBVIO no sabía cocinar. Que para eso existían los restaurantes, y las fonditas (hace algunos ayeres todavía no estaba de moda la pizza y la entrega a domicilio; sólo unos cuantos restaurantes "nice" tenían ese servicio).
En fin, que nunca me ilusionó ser ama de casa y pasar mi tiempo enfrente de la estufa mezclando menjurges. Aunque... recuerdo bien sus palabras:
1. "Toda buena comida debe llevar su ajo y su cebolla"
2. "Debes dejarlo sazonar a lumbre muy bajita"
3. "Si le pones jamón, ya no le pongas sal, el jamón de por sí es salado"
4. "Las cremas jamás deben hervir, y tienes que moverle constantemente para que no se peguen"
5. "El pollo siempre debe ir "salpimentado" porque si no, no sabe a nada"
6. "Cuando hagas Mole de Olla, cuece las verduras aparte para que no se te deshagan"
Y así un sinfín de consejos que ahora que los busco nomás no me llegan a la cabeza. Sin embargo, viviendo ya vida de casada, en un país que no es el mío, que mi madre no está aquí para confortarme, busco extrañar menos a través de la comida. Busco esos sabores que me hacen sentir cerca de casa, y no ha sido fácil. Si no es por las latas de chiles que me traje de México la última vez, no sé qué sería de mí a estas alturas.Con ayuda de mi SS abuela y sus sabios consejos y la guía de mi madre cada vez que le llamo para pedirle una receta, la cocina se ha vuelto para mí una actividad que disfruto muchísimo.
Yo creo que María tenía algo de adivina. Siempre me decía "qué tal que tu marido te lleva allá lejos, donde no hay nada, qué vas a hacer? qué vas a cocinar?". "Abue, eso no pasa ahora. En tus tiempos, tal vez, cuando no había grandes ciudades, cuando todo era campo y montes. Tampoco me voy a casar con un ermitaño!". Pero ella sabía lo que decía, de alguna manera. Mi marido me trajo "acá", lejos de mi tierra. Aquí no hay "nada"; nada a lo que yo estoy acostumbrada. "Qué voy a cocinar?" Cocino acompañada de su recuerdo y sus consejos. Cocino satisfecha cuando el sabor conseguido es apenas una leve referencia a sus maravillosas recetas. Cocino esperando que la práctica me haga encontrar el sazón de la familia que mi madre ha sabido conservar día con día. Cocino con el corazón para extrañarte menos, María.
Cabe mencionar que la extraño horrores. Y recuerdo claramente, ya que yo era una adolescente, que decía que debía aprender a cocinar. Que qué iba a comer entonces mi marido cuando yo me casara (así es, ella siempre tuvo la esperanza). Yo le decía que el que me quisiera debería comprender que yo era "niña bien" y que OBVIO no sabía cocinar. Que para eso existían los restaurantes, y las fonditas (hace algunos ayeres todavía no estaba de moda la pizza y la entrega a domicilio; sólo unos cuantos restaurantes "nice" tenían ese servicio).
En fin, que nunca me ilusionó ser ama de casa y pasar mi tiempo enfrente de la estufa mezclando menjurges. Aunque... recuerdo bien sus palabras:
1. "Toda buena comida debe llevar su ajo y su cebolla"
2. "Debes dejarlo sazonar a lumbre muy bajita"
3. "Si le pones jamón, ya no le pongas sal, el jamón de por sí es salado"
4. "Las cremas jamás deben hervir, y tienes que moverle constantemente para que no se peguen"
5. "El pollo siempre debe ir "salpimentado" porque si no, no sabe a nada"
6. "Cuando hagas Mole de Olla, cuece las verduras aparte para que no se te deshagan"
Y así un sinfín de consejos que ahora que los busco nomás no me llegan a la cabeza. Sin embargo, viviendo ya vida de casada, en un país que no es el mío, que mi madre no está aquí para confortarme, busco extrañar menos a través de la comida. Busco esos sabores que me hacen sentir cerca de casa, y no ha sido fácil. Si no es por las latas de chiles que me traje de México la última vez, no sé qué sería de mí a estas alturas.Con ayuda de mi SS abuela y sus sabios consejos y la guía de mi madre cada vez que le llamo para pedirle una receta, la cocina se ha vuelto para mí una actividad que disfruto muchísimo.
Yo creo que María tenía algo de adivina. Siempre me decía "qué tal que tu marido te lleva allá lejos, donde no hay nada, qué vas a hacer? qué vas a cocinar?". "Abue, eso no pasa ahora. En tus tiempos, tal vez, cuando no había grandes ciudades, cuando todo era campo y montes. Tampoco me voy a casar con un ermitaño!". Pero ella sabía lo que decía, de alguna manera. Mi marido me trajo "acá", lejos de mi tierra. Aquí no hay "nada"; nada a lo que yo estoy acostumbrada. "Qué voy a cocinar?" Cocino acompañada de su recuerdo y sus consejos. Cocino satisfecha cuando el sabor conseguido es apenas una leve referencia a sus maravillosas recetas. Cocino esperando que la práctica me haga encontrar el sazón de la familia que mi madre ha sabido conservar día con día. Cocino con el corazón para extrañarte menos, María.
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