jueves, 29 de mayo de 2008

de lo que es que una pesadilla te despierte a media noche...

Bueno, no era exactamente media noche. Eran casi las 7 de la mañana de hoy, y me despertó el sentimiento de pánico mezclado con rabia y coraje. Fue un sueño raro que terminó en pesadilla y les voy a contar (aunque se aburran) todo el numerito.
Resulta que era la hora de la salida en un antiguo trabajo en el grupo radiofónico. Una compañerita del equipo me preguntó si iría a las otras oficinas y dije que sí. Error! Me dio un par de casetes para que se las entregara a mi jefe de parte suya y puso carita de "gracias por librarme del tráfico a esta hora". Maldición. Yo y mi bocota. Y maldije porque estaba pensando que en realidad no era urgente lo que yo tenía que hacer y que habría preferido llegar a mi casa a ver tele. Total, que ahora tenía que ir a huevo.
Me despedí, mentándole la madre y repitiéndome a mí misma "eres una pendeja". Ash. Camino al metro se me olvidó a donde iba y me dirigí como si nada a mi jaulita. Estando a una cuadra de mi sacrosanto hogar recordé las cintas que traía en el bolsillo de mi saco. Pero recordé también que tenía que comprar dos garrafones de agua antes de irme. Ya estaba ahí y de otra manera, rergesaría muy tarde a casa, la tienda estaría cerrada y yo me quedaría sin agua para hacerme siquiera un café.
Extrañamente, había un servicio de entrega de garrafones a domicilio pero era en auto, en lugar de las famosas bicicletas de panadero que se ven en las colonias populares (al menos en la mía). Me sentí aliviada porque entonces todo iba a ser más rápido. Me trepé en el auto junto con un chofer que se me hacía conocido, iba mal vestido y olía medio mugrosón pero no lo detecté sino hasta después. Como vio que llevaba prisa y que iba hablando por mi celular para avisar que pronto llegaría a la oficina, se ofreció como taxi y me dijo que no me preocupara, que él me llevaba. wow! qué servicio! pensé.
Dejamos los garrafones en casa y nos dirigimos a Azcapotzalco.Le dije que doblara a la derecha desde el asiento del copiloto y enseguida nos topamos con una luz roja. Yo iba buscando algo en mi bolsa, cuando el chofer quiso tocarme un seno. Le quité la mano por instinto. Cuando estaba a punto de mentarle la madre, me di cuenta que no era el mismo señor. Un tipo gordo, moreno, pero bien peinado, rasurado, vistiendo camisa blanca y corbata me veía como un gato ve un ratón, relamiéndose los bigotes. Todavía recuerdo su mirada y siento asco. Me dice que nos vamos a divertir mucho, que no tengo porqué enojarme. Desde el asiento trasero escucho a otro con las mismas características, sólo que más delgado y más bajito, vistiendo traje azul marino con delgadas líneas blancas, que trata de tranquilizarme. Pedí que no me hicieran nada, pensé estúpidamente, que al decirles que estaba recién casada y en espera de mi primer hijo, les conmovería el corazón. "Ay! qué ternura" dijo el gordo, que trataba de alcanzar mi entrepierna.
Como yo no llevaba el cinturón puesto me puse de rodillas sobre el asiento, viendo hacia atrás y para mi buena suerte, la manija de la ventanilla me quedó a mano. Ahora que reflexiono, me pregunto qué modelo de carro sería ese. Según yo, era un tsuru blanco. O será que me acordé de cuando sufrí aquél secuestro express en un taxi. En fin, como pude, y forcejeando con el tipo que iba detrás, abrí la ventanilla. Saqué medio cuerpo y amenacé con aventarme. Prefería ser arrollada por un trailer que violada por un par de infelices ojetes. No sé en qué momento el conductor bajó la velocidad y yo pude saltar del auto, mientras escuchaba amenazas e improperios por parte de mis pseudo-secuestradores. Corrí un poco en sentido contrario y cuando volteé para pintarles cremas, el gordo se había convertido de moreno a rubio, de pelo rebelde y ojos intensamente verdes, como la playera que llevaba. Su tez estaba roja del coraje y me decía que me iba a encontrar y a dar mi merecido. Que en fin que sabía donde buscar, ya que él había ido "al Tepeyac"; colegio que era vecino de mi universidad. En eso su cara se me hizo conocida y le dije (sin estar segura): "claro! eres amigo de Fulanito de tal, te voy a denunciar!!! hijo de la chingada!!! ya verás!!!. Y el contestó "no! yo te voy a demandar!!! sí soy su amigo, y por cierto, él no pagó!!!"
Seguí corriendo hasta que desperté en casa, sana y salva con mi marido a lado; pero con ese sentimiento de angustia pensando en mi hermana y mis amigas que les encanta el trago y la fiesta por la noche. Pensé en todas aquellas mujeres que son trabajadoras, que por necesidad andan en la calle solas y a deshoras, pensé también en algunos de mis amigos que son muy confiados, que creen que por ser hombres están a salvo de depredadores. Pensé en las jovencitas que no miden el peligro y toman cualquier taxi a cualquier hora de la noche o el día, sin siquiera avisarles a sus papás que se irán de parranda, cuando los padres creen que están estudiando para su examen en casa ajena. Pensé y pensé en qué es lo que impulsa al ser humano a "cazar" y destruir la vida de otro ser humano sin más motivo que su propia satisfacción, o su propia maldad. Qué consiguen? Son seres sin alma? Sin remordimientos? Sin afecto por "el otro"? Serán seres transtornados o seres simplemente malos?
Con este mar de pensamientos me levanté a preparar el café, mientras pedía a Dios que protegiera a mis seres queridos, que los mantenga alejados de cualquier mal y que les colme de bendiciones. Agradecí al mismo tiempo, que esto sólo hubiera sido un mal sueño.

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