miércoles, 21 de enero de 2009

De cómo empezó todo... (Episodio 1)

Era mi segundo día como desempleada y me levanté tarde como siempre que no tengo ningún compromiso mañanero. Mi mamá me dejaba dormir sin presión alguna. Ella es linda. Hasta le bajaba el timbre al teléfono para no molestarme. Mi hermana empezaba ya su tercer mes viviendo a la orilla del mar. Su trabajo le demandaba ciertas horas pero básicamente, podía empezar a la hora que se le pegara su gana.

Recuerdo cuando llegó emocionada porque le ofrecían una nueva chamba en Vallarta. Pensé que ese trabajo yo lo había estado buscando por años y nunca se me hizo: sol, arena y mar. Así que la animé a que se fuera. Total, no tenía nada que perder y sí mucho que ganar. Además, siendo tan joven, inteligente y chambeadora, seguro le iría bien. Y en caso que resultara menos de lo que esperaba, pues se regresaba a casa y ya. El miedo a fracasar nunca debe ser tan grande como para impedirnos tomar el riesgo. Al final, ella nos tenía a nosotras y sin comer no nos íbamos a quedar. Cuando llamaba la escuchábamos tan contenta. Nos platicaba de sus tardes en el malecón tomándose una chela, de sus noches en los barecitos y de sus mañanas tranquilas. Qué vida, caray!

El caso, es que debido a su ausencia yo tenía a mi mamá para mí sola. Un día llegué y le dije que mi actual trabajo ya me tenía podrida, que no me sentía a gusto más ahí, que mis días eran aburridos debido a la falta de clientes (temporada baja) y en consecuencia mis ingresos se hacían nulos debido a la ausencia de ventas. Eso, y que mi jefa y su acento argentino ya me reventaban. Omití mencionar que mi estado emocional estaba en calidad de alfombra. Por los suelos y con ácaros. No había sido un buen año a pesar del éxito de mi dieta, de las clases de salsa, los viajes y la gente nueva. Ese fin de año pintaba para ser el más deprimente de mi historia. Bueno, tal vez no EL más, pero sí entraba en el Top Five.

Como siempre, me apoyó en la decisión de dejar la Agencia. Me dijo que merecía unas vacaciones, que me fuera al pueblito papanteco con mi papá y me dejara consentir; o que si prefería podía simplemente volverme un parásito hasta el nuevo año, que ella se ocuparía de los gastos y que ya después yo podía empezar "renovada" a buscar un empleo que llenara mis expectativas. Pero piensa bien qué es lo que quieres hacer esta vez, me dijo. Enfócate. Así que con ese panorama asistí a mi última semana laboral en ese lugar.

Mi amiga Mary me llamó un martes para irnos a comer juntas. Andaba por el sur y me dijo que me invitaba una hamburguesa del Burger King. Yo no podía resistir una invitación de tal magnitud así que acepté sin dudarlo. Pasó por mí acompañada de sus gemelos y nos lanzamos. Yo nunca había visto una carreola doble, y mucho menos me había imaginado todas las peripecias que una madre tiene que pasar para hacer cosas tan simples como ir al cajero, o cruzar una calle. Los cajeros y las carreolas dobles son incompatibles, así como las banquetas de la bendita Ciudad de México. Sin contar con los automovilistas que bloquean las rampas o suben el carro a la acera. En fin que después de lidiar con los detalles de todos los días, le conté a Mary que yo ya estaba hasta la madre. Ella obvio, sabía lo que en mi corazón anidaba y me dijo solamente que si eso era lo que necesitaba que me daba un mes para "llorar hasta quedar seca", y que después sólo tenía que pensar en recuperarme a mí misma. Bien dicen que los amigos son ángeles que Dios te manda cuando más los necesitas.

Terminaba noviembre y así yo terminaba de evadir el duelo que tenía pendiente desde abril para vivirlo y sufrirlo de una vez por todas. Sabía lo que se me avecinaba y me preparé mentalmente para ello.

Pasé tres noches "ayudando" a Mary con los gemelos., mientras durante el día me preparaba para "entregar" mi puesto. Su esposo andaba de viaje y yo me ofrecí para hacerle compañía mientras regresaba. No podía hacer más, de hecho. Mis conocimientos acerca de cómo tratar a un bebé se limitaban a mecer la silla donde se quedaba uno mientras el otro era alimentado, o distinguir la pomada de las rozaduras de la pasta dental. Siempre he sido malísima para los niños, pero este par siempre fue bueno conmigo. Me sonreían y me hacían "fiestas" cada que pasaba frente a ellos. Una vez hice la cena: espagueti. Y para verme bien práctica, rompí la pasta a la mitad al mismo tiempo que Mary mencionaba que le chocaba el espagueti partido. Ja! Nunca más lo he vuelto a hacer. Una noche también le ayudé con los trastes, aunque ella insistía en que no era necesario. Tan linda ella! Pero con dos bebés no puedes imaginar la cantidad de utensilios que llegas a necesitar y lo rápido que se te pueden acumular en el fregadero. Dios!! Total, que le ayudé lo más que pude.

Esa semana hablamos de mi estado emocional, de mi futuro trabajo y de mis merecidísimas vacaciones, mientras intentábamos dormir a El Par. Fueron unas minivacaciones a pesar de que mi promedio de horas de sueño disminuyó a 4 por noche. Al menos ese tiempo sentí que compartía la carga con alguien más, que mis hombros sólo cargaban la mitad del peso. No sé, fue como cuando te cansas de nadar y sólo atinas a agarrarte de la orilla de la alberca.

Total, que repasando la semana anterior me levanté y me hice un café. Seguía teniendo mi pijama puesta: mis viejos pants azul marino, la playera blanca que no sé de dónde había salido, y la sudadera eterna que le había robado a uno de mis hermanos. Miss E siempre decía (burlona) que más que preparme para dormir, parecía que me preparaba para salir a correr. Así estaba yo, en la pequeña cocina con el café recién hecho en una mano, y el pan tostado en la otra, lagañienta, despeinada y todavía amodorrada. Mi mamá estaba al teléfono y cuando colgó me dijo que iba a ir al mercado a comprar el desayuno. Qué quieres que traiga? me dijo. Lo que quieras, le contesté. Me senté en la sala, enfrente de la tele a desayunar. Hice zapping por diez minutos hasta que me convencí de que no había nada bueno en la tele. Sólo estaba la repetición del capítulo de la noche anterior de La Ley y el Orden y me dio hueva verlo. Sin apagar el aparato, prendí la compu. "A ver qué diablos" pensé y me dispuse a revisar mis correos.

4 comentarios:

Nayid dijo...

Ya me dejaste picada...
Quiero saber qué había en el correo!!>.<
Besos.

dianarl dijo...

y lueeeeeeeeeeeego D??????????
Episodio 2 por faaaaaavor!

SERHUMANA dijo...

Yo me quede tristonia porque te quejas del acento argentino ;-(
Saludos!!!!!!!!!!

Pao D dijo...

No me quejo del acento argentino. Me quejé en ese momento porque en realidad tooodooo me molestaba, no sólo mi jefa, jojojoj. Aclaro: adoro el acento argentino y soy super fan de Sos mi Vida y Lalola con la Peterson. Simplemente geniales!!!Saludoooooooosssssss!!!