Actualización
Estimado lector:
No sé si ud siga ahí o no. Escribo para desahogarme. Perdone usted el abandono y el silencio tan largo pero es que han pasado tantas cosas. Mi vida ha cambiado tanto desde la última vez que publiqué.
Me convertí en mamá
Me separé del Güerito
Mi perro murió
Me dejé crecer el cabello
Adopté una gatita
Me metí al feminismo
Le pido que siga su camino si el último temas le saca ronchas. Si no, le agradezco su confianza y procedo a contarle las cosas en order cronológico.
I. La sorpresa.
Hace exactamente 5 años, estábamos en México disfrutando de unas vacaciones muy a todo dar. Habíamos aceptado bautizar a un niño y aunque yo ya era de esas 'herejes' desde antes, pues no dije que no porque pues no podía rechazar esa confianza que me brindaron. En fin, que regresando de ese viaje yo tardé mucho en recuperarme de lo que creía era jet-lag y andaba siempre cansada y con poca hambre. Después de un par de semanas, la falta de apetito se convirtió en náuseas todo el día, todos los días. Mr. D se llenó de sospechas y me preguntó que si no estaba embarazada. Obvio, dije que no pero esa noche no dormí.
Al siguiente día me fui a la farmacia a la hora del lunch y me compré no una, sino dos pruebas de embarazo (no vayga ser). Regresé al trabajo directo al baño y zaz! que sale positiva.
Estuve tan en shock que me quedé ahí sentada como 10 minutos sin poder ni parpadear de la impresión. No estaba en nuestros planes convertirnos en papás. De hecho era una idea que por diversas razones habíamos dejado a un lado.
Teníamos una vida sencilla y plena que nos hacía 'felices'. Nos reuníamos cada otro fin con nuestros amigos, nos íbamos de fin de semana cuando nos apetecía. El Gordito nos parecía ya suficiente responsabilidad como para pedir más.
Y cuando más a gusto y descuidados estábamos: ZAZ! SORPRESA!!!
La sorpresa nació a principios de 2016. Es una niña hermosa y feliz. Pero no todo fue color de rosa porque aunque tuve un embarazo sin problemas y un parto por cesárea de ensueño, una vez que la bebé estuvo afuera no fue nada fácil.
La idealización del 'ser madre' es sólo eso. La idea de que la maternidad es algo 'hermoso' y 'divino' y 'una bendición'. Nadie habla de la madriza emocional y física que conlleva. De lo inmensamente agobiante que es hacerse cargo de un ser completamente indefenso y dependiente de ti. Del shock que te da cuando te enfrentas a un bebé que no duerme, que no come, que llora todo el tiempo. Nadie habla de la putiza que una madre se lleva físicamente al ser la 'única' con el poder de alimentar a ese bebé 4, 5, 6 veces por noche. 'La única' con la sabiduría de cómo cargarlos, cambiarlos, bañarlos. Cómo esa responsabilidad te da en la cara como si te estrellaras contra una placa de acero. Cómo la falta de sueño y de descanso, y la constante preocupación de si lo estás haciendo bien o no, te va erosionando la mente y el cuerpo hasta que ya no eres tú. De cómo si no cuentas con el apoyo requerido, empiezas a perder poco a poco la razón y cómo ese cansancio te convierte en alguien irritable y exhausto. Nadie habla de cómo eso va mermando (si no se pone atención) a la larga la relación de pareja.
II. La no sorpresa.
Lo que se veía venir tardó dos años en ser procesado dentro de mi cerebro. La rutina cambió. Yo cambié. Él cambió. Donde antes teníamos acuerdos hoy encontrábamos sólo diferencias. Él se sintió desplazado, yo lo sentía ridículo. Peléabamos por cosas que antes dábamos por hechas. Las tareas se re-distribuyeron y aunque él hacía un montón, no se involucraba en el cuidado de la sorpresa. Era yo la que siempre se levantaba a media noche a alimentar, consolar, cuidar. Era yo la responsable de si ella comía o no, de si dormía o no, de si se le bajaba la fiebre o no. Era yo siempre la que cargaba con esa responsabilidad cuando las cosas iban bien, y con esa culpa cuando las cosas no iban. Él se enojaba si yo le pedía que se quedara con la sorpresa un par de horas para yo tomar una siesta durante el día. Él no entendía porqué lo dejaba 'with all the shit' mientras yo 'dormía a pierna suelta'.
Traté de explicarle. Traté de re-re-distribuir las tareas. Traté de comunicarme. Y me topé con pared una y mil veces. Empecé a buscar terapia de parejas. No me daba por vencida. Me rehusaba a creer que ese ser perfecto para mí, con el que me casé para siempre, se había convertido en alguien desconocido al que parecía no importarle mi bienestar emocional y físico. Traté de convencerlo de que fuera conmigo a terapia. Traté, traté y traté.
III. Lo inevitable
Me separé de Mr D hace un año. Después de meses de terapia donde obtuve claridad. Al principio me aferraba a la idea de mi matrimonio, de lo bonito, de lo felices que fuimos. Me culpaba muchísimo y cambié cosas para evitar peleas y malas caras. Iba cada semana a revisarme, a tratar de ver lo que estaba haciendo mal.
Llegó el momento en que acepté finalmente, que una relación es de dos y que yo sola no podía salvar algo que él al parecer, no estaba interesado en salvar porque no le veía ningún problema. Aclaro que no estoy diciendo que él es mala persona. Él es bueno, generoso y tiene buen corazón. Pero es hombre y ha sido socializado de tal manera que es incapaz de comunicar sus emociones de una manera sana y directa. Nunca pudo decirme qué es exactamente lo que le molestaba y porqué. Siempre evadió las respuestas directas. Siempre generalizaba y se iba a extremos. Se ofendía de todo y todo se lo tomaba personal. Y cuando yo quería hablar las cosas y explicar o que me explicara tal o cual comportamiento, él terminaba saliéndose del depa dando portazos y regresando en completo silencio dos horas después. Hasta que ya no pude más.
Empecé a buscar departamento y encontré uno en la misma zona. Salí del que había sido mi hogar por más de una década el primer día de Mayo. Me llevé sólo mis pertenencias. Las cosas en común se quedaron ahí. No peleé nada porque al fin y al cabo esas cosas son también para el bienestar de la sorpresa y porque las cosas materiales no me interesan. Tengo un trabajo estable que me permite vivir modestamente sin preocupaciones. No vivo en lujos pero puedo dormir tranquila en las noches y eso creo yo, es bastante.
También ahora vivo en paz, y aunque extraño a la sorpresa horrores cuando no está conmigo, debo reconocer que eso me da la oportunidad de cuidarme a mí misma como hace mucho no lo hacía. Entendí que si yo estaba bien, iba a poder otorgarle bienestar a mi hija. Y ella es mi prioridad.
IV. El cierre de un ciclo
Hacía meses antes de separarnos, que Mr D decidió que El Gordito se fuera de vacaciones a casa de mi suegra. Al principio él se iba por un par de semanas sólo porque era Navidad o porque empezaba a hacer calor y empezaba a perder pelo. Luego, las vacaciones se fueron alargando a meses porque mi suegra ya se había encariñado con él y pues ella tenía más tiempo que nosotros. El perro llevaba una vida mejor en una casa con jardín y compañía 24/7 que en un departamento con apenas un balcón y pasando la mayor parte del día sólo.
La vida entre ser mamá y trabajar tiempo completo hacía más complicada la organización con el perro. Y Mr D no estaba dispuesto ya a hacer más esfuerzos. Yo debo reconocer que aunque extrañaba al Gordo, nunca presioné lo suficiente para traerlo de vuelta. Yo también sabía que él era más feliz allá.
A finales de Septiembre del año pasado, Mr D me comunicó que el Gordito había fallecido unos días antes. Que no me había avisado de inmediato porque la sorpresa estaba conmigo y no quería que me viera triste. Esa noche lloré como nunca. Lo que nunca. Esa noche mi corazón terminó de romperse estrepitosamente en cachitos chiquititos. Todas las lágrimas que no lloré en meses; toda la frustración, el enojo, la culpa. Todas esas emociones a las que yo me empeñaba en ocultar a huevo debajo de la cama. Todo eso se desbordó cuando él llorando, me dijo que Guust ya no más. Lloré tanto porque entendí que ese perro representaba mi matrimonio y muchos años de felicidad juntos. Lloré porque entendí que todo el amor que Mr D y yo nos tuvimos por tantos años había desaparecido. Lloré porque todo eso que yo amaba tanto ya no existía. Lloré porque todo ese amor vivido ahora era sólo un hermoso recuerdo. Lloré porque me dí cuenta que ese ser que yo amé tanto con mi vida... ese ser, ya no iba a estar nunca conmigo. Lloré porque me dí cuenta que ahora estaba sólo yo y mis recuerdos.
Lloré, lloré, lloré.
(Continuará...)